sábado, 24 de julio de 2010

UCDC 44 - Los Niños Prodigio en la Música - I

Índice
Hola amiguitos
Como no toda felicidad es completa, acá estoy, nuevamente en calidad de verdugo durante el tiempo que me obsequien para leer estas pesadas palabras.
La música se ha ido convirtiendo para mí en un refugio para descansar de mis angustias, …en una necesidad cotidiana, …en una de mis habituales gratificaciones.
Pero no he progresado más allá de mi condición de simplísimo oyente con un pequeño grado de ilustración acerca del compositor o el intérprete y la época y condiciones en que fueron escritas o ejecutadas algunas obras.
No sé a Uds. pero a mí me sigue sorprendiendo la historia de los niños prodigio de la música.
El caso más conocido y paradigmático es el de don Wolfgang Mozart.
Una biografía escrita por Marcel Brion cuenta, entre otras, una anécdota que lo retrata como prodigio pero, fundamentalmente, también como niño.
Johann Andreas Schachtner, un tal Wentzel, ambos amigos y colegas de Leopold Mozart -padre del prodigio- y Leopold mismo, solían conformar un trío de cuerdas doméstico que desgranaba sus ratos de ocio creando, arreglando e interpretando música en casa de los Mozart.
Parece que don Johann Andreas, segundo violín del trío, no era muy puntual que digamos y en una oportunidad, contando Wolferl con seis años, se ofreció a los otros componentes para reemplazarlo hasta su llegada.
Leopold ignoró en principio el ofrecimiento por parte de una criatura pero ante su insistencia, no dejó de señalarle que para acompañarlos en un trío debía conocer las técnicas para la interpretación del violín.
La repuesta del niño fue “Para hacer de segundo violín no es necesario saber”.
Su padre -autoritario don Leopold- le dijo “basta” y que los dejara de molestar.
El pequeño se retiró llorando en tanto llegaba el esperado tercer integrante.
Y fue él quien intercedió para que Leopold le permitiera al menos acompañar.
Y allí fue el niño con su violín a sentarse a la derecha del recién llegado.
En un momento de la ejecución Schachtner escuchó a su lado y, sorprendido, dejó de tocar.
Fue Wolferl el que actuó de segundo violín en los seis tríos que interpretaron.
Cuando terminaron, ante la emoción del padre, el titular del segundo violín dijo “con asombro advertí que yo sobraba”. Pero no todo terminó ahí: En broma le ofrecieron que interpretara como primer violín. El niño no había desarrollado aún su sentido del humor y aceptó la propuesta.
Así repitieron satisfactoriamente un par de los mismos tríos.
Pero Wolfgang está lejos de ser el único.
Giuseppe Verdi es otro pero no tan conocido como niño prodigio de la música.
Salvando las evidentes distancias, a diferencia de Wolfgang, que vivía en un ambiente en el que la música era a la vez divertimento y recurso económico, la extracción rural del autor de Il Nabucco, La Traviata, Otello y muchas otras óperas puede haber influido para que sus comienzos musicales hayan sido demorados.
Su padre, Carlo Verdi, ni tan tosco ni tan inculto, había heredado la Osteria Vecchia en Busseto (Parma), una posada inaugurada a su vez por su propio padre poco antes de 1790.
Su madre, Luiggia Uttini era también hija de un posadero.
No pasaban penurias económicas pero nada les sobraba.
Por la posada pasaban grupos musicales que iban de aldea en aldea para animar fiestas campestres y ceremonias diversas y solían animar a los parroquianos con sus interpretaciones. Estos a su vez acompañaban en los coros que se formaban cuando el ambiente así lo permitía.
Fue uno de esos parroquianos, Pietro Baistrocchi, de profesión maestro de escuela y organista, quién descubrió la vocación musical del pequeño Verdi y aceptó con gusto darle clases particulares cuando este cumplió los cuatro años.
Cuenta uno de sus biógrafos, Pierre Milza, que en una oportunidad, cuando Verdi tenía 14 años y ya había compuesto una cantata de en ocho movimientos que tuvo cierto éxito, fue convocado de improviso para reemplazar a un organista que debía tocar en una misa cantada en la iglesia Sant’Ignazio.
Verdí dejó su lugar en la iglesia, “… se instaló frente al instrumento y comenzó a tocar con tal pasión y virtuosismo que el público quedo asombrado, al igual que el canónigo.”
Una vez terminada las misa, su maestro le preguntó “¿Qué obra interpretaste Pepino?”.
Su respuesta fue “Una obra mía maestro. Sólo seguí mi inspiración”
Cansados ¿No? Son solamente un par de renglones mas pero son los más gratificantes para mí porque sé del ciclópeo esfuerzo que les ha costado alcanzar este punto. Lo agradezco.
Está en mis planes cercanos, recordarles algunos otros niños prodigios de la música pero van a ser más contemporáneos.
Besos y abrazos
La Ilustración muestra la imagen del Manekken Pis la escultura emblemática de la ciudad de Bruselas. Poco que ver con los niños prodigio, al menos en la música

No hay comentarios: