viernes, 1 de octubre de 2010

UCDC 47 - La "Birome"


Hola amiguitos
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Todos los 29 de setiembre se celebra en Argentina, el día del inventor.
¿Cuál es la causa para que se haya elegido precisamente esa fecha para conmemorar a los inventores?
Bueno, es que en esa fecha en 1899, nació en Budapest don Lásló József Biró (falleció en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1985).
¿Entonces?
Es que el bueno de “Ladislao” como se lo llamaba en la Argentina, inventó, entre otras cosas, la famosa birome, antecesor inmediato de lo que TODOS los días usamos los que aún solemos escribir algo de modo manuscrito.
En su país natal incursionó como deportista en su carácter de corredor de carreras de autos, como artista inclinado a la escultura y la pintura y otras actividades más prosaicas como vendedor a domicilio y despachante de aduana. Pero sus motivaciones más profundas estaban en el periodismo y las actividades que desarrollaba en su doméstico taller de inventor práctico.
Dice la leyenda que solía ponerse nervioso cuando su “lapicera fuente” (en cuyo desarrollo también colaboró) se le atascaba en el medio de una nota o reportaje.
Una tarde después de una lluvia, caminando pensativo con quién sabe qué destino, se distrajo observando unos niños que jugaban “a las bolitas”. Veía que cuando una de ellas atravesaba un charco de la reciente lluvia, dejaba un trazo húmedo sobre la calle seca.
No está documentado que haya dicho “Eureka” como ocurrió con Arquímedes pero él atribuía a esa anécdota el haber obtenido la idea que luego se convirtió en el cotidiano bolígrafo.
Fue difícil desarrollar esferas tan pequeñas como para que su idea floreciera pero en 1938 patentó su invención en Budapest y en París pero nunca llegó a tener distribución comercial.
Hay otra historia paralela.
Durante el mismo año de 1938, mientras se encontraba en Yugoslavia trabajando para un diario de su país natal, estableció una conversación con un hombre de un lejano país sudamericano.
Estaba escribiendo un telegrama con su “prototipo” y a su interlocutor le fascinaba la velocidad de su escritura.
El periodista le agradeció conceptos y le hizo comentarios respecto de las trabas que había tenido para comercializar su dispositivo.
El hombre le dijo que en su país, la Argentina, su producto tenía grandes posibilidades de fabricarse a escala y le entregó una tarjeta de presentación en la que se leía su nombre y su profesión:
Se trataba de Agustín P. Justo, quién, a través del corrupto proceso conocido como “fraude patriótico” había accedido a la primera magistratura en el año 1932.
En ese año 1932 Biró inventó una caja de transmisión automática cuya patente negoció con General Motors que rápidamente abandonó su desarrollo por cuestiones de marketing.
Se instaló luego en Francia donde, entre otras cosas, trabajó en los laboratorios de los Servicios Secretos de las Fuerzas armadas.
Unos años más tarde, cuando el nazismo invadió Francia Ladislao, su hermano Georg y su amigo y futuro socio Juan Jorge Meyne decidieron que la vida estaba en otra parte y poco tiempo después desembarcaban en el puerto de la ciudad de Buenos Aires para instalarse en ella.
Unos meses más tarde, en mayo de 1940, en el “Sevilla” un barco transatlántico español, llegaron también Elsa Schick y Mariana Biro la esposa y la hija de Ladislao respectivamente.
A comienzo de la década de los 40’, los Biró y Meyne fundaron un empresa que se llamaba “Biro, Meyne & Biro” la que, (como tantas otras) comenzó su actividad en un garaje con una dotación de 40 operarios y un presupuesto muy reducido.
¿A que se dedicaba esta empresa? Primero a desarrollar y luego fabricar y comercializar “unos lapicitos de tinta” cuya marca provenía del acrónimo de los apellidos de sus dueños (BiroMe) los que, en principio eran considerados un juguete.
Yo mismo recibí dos como regalo para mi octavo o noveno cumpleaños y me consta que no estaba autorizado su uso en las escuelas públicas.
La fábrica se dedicó también a otros inventos que no tuvieron éxito comercial y no prosperó por problemas de índole financiero.
Un tiempo mas tarde los propietarios licenciaron la idea a las firmas Eversharp Faber en los Estados Unidos y Marcel Bich de Francia.
La primera de ellas utilizó el dispositivo bajo su propia marca en tanto la francesa desarrolló la mundialmente conocida marca Bic.
En total fueron más de 30 las patentes de este hombre que en una entrevista un tiempo antes de fallecer hizo referencia a que “su ‘juguete’ había dejado 36 millones de dólares en el tesoro de la Nación por la venta de productos que no eran de la tierra sino del cerebro”
¡Qué suplicio! ¿No? Son solo un par de líneas más mientras les hago llegar el más cálido de mis agradecimientos.
Saludos, besos y abrazos
Mario Aicardi

2 comentarios:

Betitus dijo...

Interesantísima historia Mario. Además fuiste testigo de aquellas primeras biromes. Todo un relato casi en primera persona. ¡Excelente material!

Unknown dijo...

Realmente fue don Biro el inventor de este genial instrumento de educación, cultura y comunicación?