miércoles, 6 de enero de 2010

UCDC 36 - Los Privilegios y Toledo


Hola Amiguitos
Conversaba hace unos días con mi compañerita María Inés quién, con derechos, se refirió a mi como un “privilegiado”.
Mas allá del tópico y las causas primeras de la conversación, entiendo que sí, que soy un privilegiado.
Mi grupo familiar y mis parientes son y han luchado siempre para ser maravillosos.
Me honra haber tenido y seguir teniendo los amigos que tengo, mas de uno de ellos representando en la tierra al ser supremo cualquiera sea su nombre o filiación, dicho esto con el mas profundo de los respetos.
Muchos de ellos ya no están sin embargo siguen presentes como en este momento que los recuerdo.
Mi salud y la de mi familia directa está bién y muy por encima del promedio.
Mas allá de inconvenientes absolutamente injustos de las últimas épocas, siempre he trabajado en algo que me deleita y he cosechado y sigo cosechando en el ambiente laboral amigos entrañables sin los cuales mi vida no sería ni hubiera sido como es.
Nunca he sufrido el dolor del hambre.
Nunca he tenido frío que no dependiera de mi para calmarse.
Mis enfermedades y las de mis afectos fueron siempre atendidas por profesionales idóneos y he podido utilizar los medicamentos que fueron precisos.
Tuve y tengo la infinita dicha de poder apreciar el arte sin prejuicios.
Escucho toda la música que puedo y he tenido participación en la literatura a través de la lectura. La pintura, la escultura y la arquitectura me tuvieron siempre como un mero observador pero también en esas circunstancias logré un alto nivel de dicha estética.
La vida me regaló la oportunidad de conocer unos cuantos museos cuyo contenido devoré con deleite.
Y también conocí ciudades… fascinantes algunas, imponentes otras. Algunas majestuosas; simple y escalofriantemente bellas otras. De todas ellas traté de incorporar algo a mi vida y creo haberlo logrado.
Podría haber sido mucho mas pero para ser un simple privilegiado, alcanza.
Por otra parte me queda suficiente hilo en el carretel como para sumar mas cosas a mi deambular por esta, mi vida, la que me toca recorrer.
Fíjense si soy privilegiado que hace unos años tuve, entre otras, la satisfacción de hacer una corta visita a la ciudad de Toledo, en España.
Habíamos llegado con Marilú una mañana lluviosa que amenazaba con transformar nuestra estada en un laberíntico suplicio.
Tuvimos la suerte de que la tormenta se disipara y así pudimos visitar muchos de sus edificios de siglos de antigüedad y recoger desde ese mismo lugar valores de su cultura y de su arquitectura en general.
Una de las tantas cosas que me impactó fue un relato que nos hizo un taxista que nos llevó desde la estación del ferrocarril hasta uno de los famosos puentes que cruza el Tajo: El Puente de San Martín.
Se trata de una historia de amor que voy a tratar de contar tal como la recuerdo:
El puente en cuestión es de estilo gótico y supo formar parte de la muralla que rodeaba la ciudad de Toledo.
Esta formado por varios arcos con almenas en cada uno de los extremos y había sido mandado a construir por don Pedro Tenorio (nacido en Talavera en 1328 y fallecido en Toledo el 18 de mayo de 1399) quién era, por esa época, arzobispo de Toledo.
Parece que el arquitecto había metido la pata con sus cálculos y sabía que cuando se quitaran los andamios, la obra colapsaría arrastrando en su destrucción, no solo el puente, sino también su honra profesional.
La obra avanzaba con rapidez y el arquitecto no lo sabía pero estaba verdaderamente estresado.
El taxista no nos lo dijo pero me figuro que en alguna de sus noches de insomnio el arquitecto le contó sus temores a su esposa.
La leyenda dice que ella no perdió la calma, esperó pacientemente una noche en que la luna no brillara de ese lado de la ciudad y protegida por las sombras de esa misma noche, prendió fuego a la obra la que terminó totalmente destruida por el incendio. El arquitecto tuvo entonces la oportunidad de volver a realizar los cálculos y reiniciar su construcción subsanando las fallas.
La leyenda continúa ya que la esposa, orgullosa de haber mantenido la reputación de su marido pero arrepentida por su propia acción, decidió relatar en confesión al arzobispo, lo que realmente había acontecido.
El temperamental Tenorio no solo disculpó su pecado sino que entendió que su acción había sido a causa de su profundo amor y mandó a construir una imagen de esta mujer la que fue colocada en la propia estructura del puente.
Este homenaje en piedra es conocido con el nombre de “La Mujer del Alarife”(*)
Bueno, hacía rato que no los cargoseaba así que, me aprovecho de este respetuoso silencio para escabullirme por los recovecos de las despedidas.
Sin embargo, antes, les dejo la amenaza de volver sobre Toledo y El Greco.
(*) Del árabe ‘arīf, experto. En castellano es sinónimo de arquitecto o maestro de obras
Besos y abrazos

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