martes, 19 de enero de 2010

UCDC 37 - La Amistad

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En la Ilustración: “La Amistad” obra del escultor Belga Robert Vandereycken (N.Hasselt en 1933)

Hola amiguitos

En la newsletter anterior les decía que me consideraba un privilegiado.
Y no sólo se los decía…, también les daba las razones de ese pensamiento.
Entre ellas estaba la fortuna de haber tenido y seguir teniendo grandes amigos.
Algunos desde la infancia a la que se suele llamar “mas tierna”.
Dos de ellos fallecieron pero los conocí cuando tenía dos años. Por supuesto, fuimos mas que amigos. Como con otros amigos de esa misma tierna infancia.
Luego llegaron los amigos en la primaria, la secundaria y la universidad; y fue a través de uno de ellos que tuve la oportunidad de conocer a otros gigantescos amigos.
Hace mas de cuarenta años que atesoro la dicha de compartir esa amistad.
Mis actividades laborales me sumaron mas amigos y hubo otros a quienes conocí a través de las actividades de nuestros respectivos hijos.
Todos ellos junto a mi familia, mis hermanos y mis parientes, que fueron y son también mis amigos, conforman la inexpugnable fortaleza de mis sentimientos.

Nombrar a los amigos implica también nombrar a la palabra “amistad”.
Se espera que en una amistad haya importantes componentes de confianza, comprensión, respeto, fidelidad y reciprocidad y, aunque nunca nos hayamos percatado de ello, se trata de una de las relaciones interpersonales mas habituales que las personas tienen a lo largo de sus vidas.
Tengo para mí que para que dos personas sean amigas, es imprescindible que compartan inquietudes comunes y que es poco probable trabar una amistad duradera y trascendente si existen diferencias ideológicas irreconciliables.
Y cuando utilizo la palabra “ideología” no hago referencia a cuestiones específicamente políticas sino a esos valores que nos acompañan a través del tiempo.

Los mitos, la historia y la literatura nos han hecho conocer ejemplos de profunda y paradigmática amistad.
La primera que viene a mi recuerdo es el “todos para uno y uno para todos” de los famosos “Tres Mosqueteros” de Alejandro Dumas.
Tan grande era su amistad que superaba su propio número ya que se trataba de un “trío” formado por cuatro personas.
De las amistades mitológicas, me impactó la babilónica relación entre Gilgamesh y Enkidu enunciada en la que parece ser la obra literaria mas antigua.

Don Gilgamesh tenía la particularidad de superar a los semidioses griegos que eran “apenas” mitad dios y mitad humano. Este se jactaba de ser dos tercios dios y apenas una tercera parte humano.
Esta condición y la de ser rey de Uruk (en las inmediaciones del Irak actual), le proporcionaban el derecho de “conocer” (en el sentido bíblico) a las mujeres antes que sus respectivos esposos.
Sin profundizar el “porque", una diosa crea a Enkidu, un personaje semisalvaje que pronto demuestra una especial facilidad para trabar amistad con los animales del bosque; destruye las trampas que le tienden los cazadores y se ocupa de molestar a los pastores.
Cazadores y pastores van y se quejan a Gilgamesh a quién no se le ocurre idea mejor que encomendar a una prostituta sagrada la tarea de domesticar a Enkidu.
Allá fue la atractiva Shamhat con su tarea de domar al inocentísimo personaje.
Los originales de esta historia dicen que el objetivo de Shamhat era “civilizarlo” a través de las relaciones sexuales continuas.
Así pasan “seis días y siete noches” de retozo ininterrumpido.
Mientras Enkidu y Shamhat se solazan y enamoran, la madre de Gilgamesh interpreta sueños premonitorios de su hijo y le avisa que pronto vendrá a visitarlo un amigo.
Sucede que Enkidu y su amorosa prostituta sagrada deciden casarse y para eso se dirigen a Urduk en donde el buen Gilgamesh pretende la previamente expuesta, primera tajada matrimonial.
A Enkidu esto no le hace ninguna gracia y se opone.
Gilgamesh, sin salir de su asombro por tamaña demostración de rebeldía, lo mira extrañado y lo reta a una lucha. Se establece una pelea que dura largo tiempo hasta que uno de los dos ofrece al otro terminar de una buena vez y seguir “como amigos”.
Como Enkidu, entre otras cosas, no tiene familia propia, Gilgamesh le ofrece la suya para compartirla y le propone viajar juntos al bosque para adquirir la gloria.
A Enkidu lo atrae mas la tibieza de su flamante esposa y pone reparos al viaje pero al cabo de un tiempo cede y juntos parten a buscar a esa gloria y, junto a ella, la inmortalidad.
En su viaje encuentran al guardabosques Humbaba, un árbol-monstruo que tiene la mala idea de ofenderlos. Discuten un tiempo, piden ayuda a los dioses y al final lo matan. Luego de matarlo, Enkidu hace con su madera una enorme puerta para los dioses.
Después aparece Ishtar, una diosa en el total sentido de la palabra, que se insinúa a Gilgamesh.
Este la rechaza porque ella había tenido un par de amantes (¿tanto problema por eso?).
La despechada Ishtar le pide a su padre que la ayude a vengarse de quién la rechazó y este se resiste pero al final le manda al “Toro del Cielo”.
Los amigos lo enfrentan y lo derrotan.
Ishtar se pone a llorar desconsoladamente y Enkidu cansado de tanta histeria, corta los cuartos traseros del toro y se los arroja en la cara.
Ahora los dioses deciden que la muerte de sus enviados debe ser pagada y le cargan las culpas al pobre Enkidu quién enferma y, tiempo después, fallece.
Gilgamesh entristecido por la muerte de su amigo, ofrece reiteradas ofrendas para que los dioses caminen junto a Enkidu en el mas allá y prosigue su épico viaje ya de modo solitario.

¡Ay de la gratitud que les debo a los que llegaron a este punto!
Ahora los dejo luego de disfrutar de su inmensa paciencia.
Saludos, besos y abrazos.

Mario
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