viernes, 14 de mayo de 2010

UCDC 42 - El Póker y una Anécdota



Hola amiguitos:

No me gustan los juegos de azar.
No me gustan casinos, ruletas, timbas, quinielas, senas ni loterías. Y mucho menos el Punto y Banca.
Hago una excepción con los hipódromos porque en una época me fascinaban los caballos de carrera… pero un billete de diez dólares tiene mas valor de lo que pueda haber perdido y/o ganado en las muchas veces que fui y las pocas veces que jugué en un hipódromo.
Entre los juegos que no me gustan está el póker. No sé si es que no lo termino de entender o que no puedo entender porque les gusta a los que les gusta.
Me pregunto intimamente: donde está la destreza de encomendarse a los dioses a través del pedido de cartas para armonizar con aquellas con las que me quedo.
Un “par simple” no me dice nada… como no me lo dice un “full”, un póker o una escalera, ya sea ella plebeya o “real”.
Dejo de lado la motivación que pueden representar los borbotones de la adrenalina segregada como respuesta a la ansiedad que produce el desconocimiento de lo que va a suceder en los instantes siguientes al hecho de mostrar el juego.
Pero como dije antes. No termino de entender donde está el gusto.
Debo ser yo nomás.
Pero el póker ha sido argumento de muchas historias -reales o ficticias-, cuentos, novelas y películas.
Uno de esas historias, bastante conocida, refiere a un tal John Holliday alias “Doc”.
Doc debía su seudónimo al hecho que, a pesar de ser un sujeto de armas llevar y jugador empedernido, había pasado por una universidad de los incipientes Estados Unidos y se había graduado de Dentista.
Varios y nutridos tiroteos tuvieron a Doc como activo participante. Algunos de ellos del lado de la ley y codo a codo con su amigo Wyat Earp, famoso sherif de Dodge City y amigo también del legendario Bat Masterson.
En una ocasión estaba Doc en el saloon cuando llegó un sujeto llamado Ed Bailey.
Era un altanero matón diestro con las armas quién tuvo la mala idea y peor suerte de desafiar al dentista en una partidita de póker.
Este Bailey tenía actitudes poco “éticas” en un juego de reglas y códigos tan específicos como el póker. Una de ellas era recoger los descartes y echarles una mirada. Esas normas o reglas no escritas suponían -y suponen- que el infractor perdía la mano.
Doc, jugador paciente, advirtió a su contrincante en dos oportunidades.
- No vuelvas a hacer eso Ed- puede haberle dicho.
Ed, pistolero antiguo de las películas del oeste no parece haber prestado demasiada atención.
Hubo una la tercera vez. Y en esa tercera vez “Doc” Holliday, como correspondía, recogió el dinero de la apuesta sin decir una palabra ni mirar a su rival.
Bailey, se desconcentró primero pero reaccionó de acuerdo a su hábito y sacó rápidamente su arma con la que amenazó a Doc.
Los parroquianos de las mesas mas cercanas, decidieron que era momento de apartarse, por las dudas.
Doc, en tanto, mantuvo la calma y, haciendo honor al juego, puso su mas expresiva “cara de póker”.
La presunta disputa terminó cuando ni siquiera había comenzado.
Un cuchillo había aparecido en manos del dentista y antes que pudiera siquiera suspirar, Ed Bailey yacía tendido en medio del charco formado por su propia sangre con su vida escapando por la herida de su estómago.
No sé si se supo qué tenían en ese momento los jugadores pero la “mano” parecía favorecer al matón… por su revolver.
Sin embargo fue Doc el que sacó mejor partido por sus “cartas” mas “afiladas”.
Agradezco, como siempre, a los que, estoicamente, resistieron sin bostezar.
Saludos, besos y abrazos
Mario

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